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Gaid Salah, el sable que sostiene a Buteflika

El jefe del Ejército se sitúa frente al clamor de la calle en Argelia como el defensor más poderoso del octogenario presidente

Nadie sabe con certeza quién gobierna en Argelia, un país cuyo presidente, Abdelaziz Buteflika, de 82 años, se mueve en silla de ruedas desde 2013 y no pronuncia un discurso en público desde mayo de 2012. Ya antes de que Buteflika llegase a la presidencia en 1999, la estructura que maneja el país era opaca y compleja. Los argelinos se refieren al “poder” como si fuera un monstruo de varias cabezas, a menudo peleadas entre ellas. Ahora mismo, con Buteflika hospitalizado desde el 24 de febrero en Ginebra, la cabeza que destaca sobre todas las demás es la del jefe del Estado Mayor, Ahmed Gaid Salah, el general de 79 años al mando de uno de los Ejércitos más poderosos de África. Gaid Salah ya ha emitido dos mensajes amenazantes contra quienes “quieren llevar el país a los años del dolor”.

Argelia sufrió durante la década de los noventa una guerra civil entre islamistas y militares en la que fallecieron entre 100.000 y 150.000 personas. Y Gaid Salah ha prometido defender el orden establecido. Ese orden pasa por las elecciones presidenciales del 18 de abril. El problema es que cientos de miles de argelinos han salido a las calles en tres ocasiones en las últimas semanas para protestar contra la participación de Buteflika en esos comicios.

El mandatario presentó su candidatura —más bien se la presentaron, porque él estaba ingresado— para presidir el país otros cinco años. De ganar, sería la quinta vez. Miles de personas rompieron el miedo de dos décadas y se echaron a la calle el 22 de febrero para protestar contra el quinto mandato. Desde entonces, no pasa un solo día sin que haya manifestaciones en Argelia y desafecciones dentro del propio régimen. Pero Gaid Salah, que también es viceministro de Defensa desde 2013, sigue apoyando a Buteflika, que además es ministro de Defensa.

Rehén de su promesa

Akram Kharief, director del sitio digital argelino Mena Defense, apunta por teléfono desde Argel: “Gaid Salah prometió a Buteflika que iba a apoyarlo hasta el final. Así que el escenario ideal para él era el de no hacer nada, esperar el día de su marcha y entonces decidir quién será el sucesor. Ahora es rehén de su promesa. Es cierto que tiene mucho poder y que ahora mismo no hay un general que le haga sombra. Pero también da la impresión de que está cada vez más aislado”.

En 2004 el jefe del Ejército era el general Mohamed Lamari, el azote del terrorismo en Argelia. Lamari tenía previsto jubilar a Ahmed Gaid Salah. Sin embargo, lo que hizo Buteflika tras obtener su segundo mandato presidencial, fue jubilar a Lamari, que se había opuesto a la reelección de Buteflika, y puso al mando del Ejército a Gaid Salah. Una década después, cuando Buteflika sufrió un infarto cerebral en 2013 y casi desapareció de la escena pública, Gaid Salah multiplicó su presencia en radio y televisión, hasta convertirse en el militar argelino con mayor presencia en los medios desde la independencia del país, en 1962. Tiene fama, además, de contar con un ego excesivo.

En un país que ensalza la lucha de los veteranos combatientes en la guerra de la independencia y contra el terrorismo islamista, Gaid Salah no puede presumir de hazañas bélicas. “Sin embargo”, señala Akram Kharief, “él ha entrado en la historia del país como el hombre que modernizó el Ejército. El dinero de la renta del petróleo fue clave para emprender esa reforma. Pero no solo modernizó el armamento, sino las estructuras”.

Había una cabeza en “el poder” que le hacía demasiada sombra a Gaid Salah y al propio Buteflika. Se trataba del general Mohamed Mediene, alias Toufik, el jefe de los poderosos servicios secretos, el Departamento de Inteligencia y Seguridad (DRS, en sus siglas en francés). En septiembre de 2015, Gaid Salah consiguió la destitución de Toufik y otros generales próximos a él. En lugar de Toufik nombraron a Athmane Tartag. “Pero Tartag es más un coordinador que otra cosa”, señala Akram Kharief. “Además, desde 2015, los servicios secretos quedaron divididos en varias direcciones generales. Una de ellas depende de la Armada, tres de la Presidencia…”. Con lo cual no parece que nadie pueda hacerle sombra a Gaid Salah.

“El verdadero problema”, afirma Akram Kharief, “es que dentro del poder todo el mundo ha estado haciendo cálculos y ecuaciones para encontrar un sucesor a Buteflika. Y nadie puso al pueblo como parte de la ecuación. Una vez que el pueblo ha salido a la calle, todo el mundo está recalculando”.

En un país donde los altos cargos están obsesionados con el recuerdo que dejarán en la historia, tal vez Ahmed Gaid Salah no querrá ser recordado como el hombre que masacró a su propio pueblo en las calles. Hasta ahora, sus amenazas no han pasado de ahí, amenazas.

 

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