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Freddie, antes de Mercury

El líder de Queen vivió su infancia en un internado de la India, donde empezó a mostrar su talento en The Hectics, su primera banda

Antes de ser icono de una generación globalizada, entre el hedonismo de Don’t Stop Me Nowy la conciencia social del concierto benéfico Live Aid de Wembley que mostró la hambruna de África al mundo, Mercury era un músico aficionado de los suburbios de Londres. Detrás de aquel apellido extraterrenal, había un inmigrante de origen parsi, cultura milenaria influenciada por la astrología del zoroastrismo. Apodado Freddie durante sus estudios de bellas artes, Mercury cambió su nombre cuando nacía Queen. Desaparecía así Farrokh Bulsara, el hijo introvertido de una familia india criado a 250 kilómetros de Bombay, cuna de un artista cósmico.

La película Bohemian Rhapsody, convertida ya en el biopic musical más taquillero de la historia, arranca con el encuentro entre el intérprete veinteañero (aun Farrokh) y Brian May y Roger Taylor, germen del grupo que revolucionó los ochenta. Pero los integrantes de Smile —la banda de May, Taylor y Tim Staffell— no fueron los primeros que le acompañaron en un escenario. Antes, un imberbe Mercury y cuatro estudiantes de Saint Peter, una escuela en el corazón de India, ya ponían en pie a sus compañeros con los frenéticos temas de The Hectics, primer y único grupo donde Bulsara cantó y tocó durante su niñez.

Nacido en el protectorado británico de Zanzíbar (ahora Tanzania), Bulsara volvió a India tras los pasos de su padre, contable de la administración de las colonias del imperio. A los ocho años, fue internado en un colegio del pueblo montañoso de Panchgani, donde comenzó su noviazgo con la música y rompió con el empeño de su progenitor por la abogacía. A un par de horas en coche de ese enclave, la familia parsi que regenta el restaurante Bounty Sizzlers de la ciudad de Pune conserva memorias de entonces. “Mi padre recordó su prodigiosa voz y la agilidad de sus dedos sobre el piano. Pero siempre dijo que era un chico solitario”, cuenta Afreen, hija de Farang Irani, que tocó el bajo junto a Mercury en esa banda.

El tímido Bucky —como le apodaban por sus protuberantes dientes, lo que le traumatizó de por vida— empezó a tocar el violín y a cantar en el coro de Saint Peter, donde su profesora de piano vio su talento innato y recomendó a sus padres que tomase clases particulares. Irani también recordaba sus dotes naturales para el deporte, entre atletismo, hockey y boxeo.

Corbatas finas

Aunque Saint Peter inspiró sus dotes musicales, este internado conservador para clase media-alta de la India de los cincuenta no aprobó el estilo de The Hectics. Travestidos para la época con tupés engominados, corbatas finas, pantalones ceñidos y zapatos de punta, Mercury y sus acompañantes recibieron de los profesores el sobrenombre de The Heretics. “Odiaban nuestra música. […]No podíamos ni poner pop en la radio. Nos colábamos en la sala de profesores para escuchar Radio Ceylon”, confesaba hace años Victory Rana. El batería contaba que tuvieron que esconderse para tocar hasta que sus conciertos recaudaron dinero para la escuela.

Aceptados formalmente por el internado, los músicos que acompañaban a Bulsara han descrito la histeria con la que cientos de compañeros recibían sus versiones de Yakety Yako Tutti Frutti. Lejos de la armonía del sitar o la cadencia del tablá, instrumentos indios, eran baterías y guitarras eléctricas que nacían en los EE UU de mitad del siglo lo que cautivaba a The Hectics, inspirados por Elvis Presley, Cliff Richards, Fats Domino o Little Richard. En especial, Mercury, de quien contaban su obsesión por esos sonidos occidentales y su don para reproducir las notas electrizantes con solo escucharlas una vez. “El resto de la banda tocaba para atraer a las chicas. Freddie era el único que sentía la música”, confirma Afreen.

La atracción de Bulsara por la música trascendió su naturaleza vergonzosa y acomplejada, transformándole en un showman. Su compañero de pupitre en Saint Peter, Subash Shah, ejemplificaba “la fuerza de su espectáculo” a un medio indio: una noche de visita a Zanzibar con su familia, la música empezó a sonar y él se puso a bailar el conocido twist de la época. Su reacción en una sociedad religiosa tradicional no provocó el bochorno entre los presentes, sino que un grupo de chicas musulmanas ataviadas con burkas se acercaron para contonearse al ritmo del músico.

En 1963, Farrokh se reunió con su madre Jer y su hermana Kashmira en Zanzibar, desde donde emigrarían con su padre Bomi a Reino Unido tan pronto como estalló la revolución en la isla. En una entrevista en Hindustán Times el año pasado, su compañero en Saint Peter Subhash Gudka aseguró: “Recuerdo que él no quería irse de India”. Sin embargo, la voz de The Show Must Go On siempre miró hacia delante. Nunca más volvería a pisar el país. Ni se refirió al internado del pueblo cercano a Bombay donde empezó a tocar el piano.

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