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Éstos son los cinco motivos por los que el sexo está en peligro de muerte

Las relaciones sexuales descienden a nivel global generación tras generación.

La frecuencia de encuentros sexuales a día de hoy es hasta nueve veces menor que a finales del siglo XX, y la tendencia es a aminorar aún más.

Con toda seguridad, nuestros antepasados hubiesen dado cualquier cosa con el fin de disponer de las mismas ventajas que hoy tenemos para mantener relaciones sexuales abiertas. Y es que, a pesar de que nunca fue tan fácil ligar como hoy en día -por liberalidad y diversidad de opciones-, años atrás no se desaprovechaban tantas oportunidades de tener encuentros sexuales como se hace en la actualidad.

Tenemos a nuestra disposición un sinfín de aplicaciones que nos ayudan a escoger a nuestra pareja ideal, ya sea para formalizar una relación como para tener una única y tórrida noche de sexo sin compromiso. A tan solo un par de clics y unos pocos mensajes a través de un chat podemos conseguir que un día aburrido y sin nada que hacer se convierta en una apasionada y excitante jornada.

Pero los expertos señalan que, a pesar de tener todo a nuestro favor, estamos en un momento en el que se da la paradoja de que ha descendido vertiginosamente el número de encuentros sexuales respecto a las décadas atrás. Según algunos estudios científicos, la frecuencia sexual es hasta nueve veces menor que a finales del siglo XX y la tendencia es a que esa cifra siga disminuyendo.


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Silvia Val

Los motivos de este notable descenso en nuestras relaciones se deben a múltiples factores, aunque entre sus principales claves se encuentran las largas y agotadoras jornadas laborales. La mayoría de la población activa del planeta invierte un gran número de horas al no disponer de un horario de trabajo flexible o intensivo, que por otra parte roba tiempo a las horas de asueto. Además, los desplazamientos exigen una gran cantidad de tiempo y energía todos los días.

Esto provoca que no consigan tener una conciliación familiar y/o de pareja, por lo que el poco tiempo que les queda libre, tras regresar a sus hogares, lo prefieren invertirlo en ocio y descanso en lugar de aprovechar para practicar sexo. La estresante vida, tanto laboral como familiar, sobre todo si se tienen que atender a hijos o personas dependientes, obliga a que el tema de las relaciones íntimas quede relegado a un segundo plano.

E incluso tercero, debido a que, cada vez son más quienes dan prioridad a mantener relaciones sociales y ver a los amigos, cara a cara o a través de las redes sociales, que a reforzar los vínculos emocionales con su pareja.

La irrupción de los contenidos de televisión vía streaming y el poder elegir el qué y cuándo se quiere ver algo ha ayudado para que las parejas prefieran, cada vez más, dedicar una mayor parte de su poco tiempo libre a ver series y películas cómodamente en el sofá de casa que a darse un revolcón. Común es encontrar estudios, debates y mesas redondas en los que se aborda el tema, bajo títulos tan ilustrativos como ‘Más follar y menos Netflix’.

Pero no todos los usuarios de ese tipo de plataformas tienen pareja y, por tanto, menor es la oportunidad de poder mantener relaciones sexuales cuando y con quiénes quieren. Ante unas necesidades fisiológicas para desahogarse cada vez son más quienes prefieren ahorrarse todo el trabajo del cortejo y lo que ello conlleva (quedar con alguien, arreglarse, mostrarse de forma encantadora, seducir y conseguir llevar a la cama), optan por consumir a solas porno en Internet.

Una opción cada vez más frecuente entre los jóvenes es tener sexo de forma ocasional y casual con amistades, sin tener que meterse en una relación de pareja, lo cual les ahorra muchísimo tiempo. Es lo que comúnmente se conoce como follamigos o, más sutilmente, ‘amigos con derecho a roce’, y el Diccionario de la RAE se empeñó en bautizar con el término ‘amigovio‘.

Otra clave a tener en cuenta es el cada vez mayor número de personas, sobre todo jóvenes, que optan por tener una vida asexual, mostrando apatía hacia cualquier tipo de relación carnal en lo que se conoce como ‘anafrodisia’.

Quienes eligen vivir de ese modo no lo hacen debido a algún tipo de disfunción o problema con el sexo, sino porque no consideran las relaciones carnales como una prioridad. Se encuentran en las antípodas del modo de pensar de las generaciones que nos han precedido, quienes intentaban aprovechar cada una de las oportunidades de tener sexo que se les planteaban, evidentemente porque las ocasiones eran menores.

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