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Ella ya no vive aquí

Corren nuevos tiempos. Nuevas sensaciones, nuevas reflexiones. La película llega en un momento de evidente y necesaria reconsideración de la mujer

Dos de las películas menos conocidas, y más logradas, de Francis Ford Coppola y Martin Scorsese, estrenadas además en medio de la revolución social y cinematográfica que supuso el Nuevo Hollywood, eran sendos retratos de mujeres que decidían huir de una vida infeliz e insatisfecha. Llueve sobre mi corazón (1969) y Alicia ya no vive aquí (1974), respectivamente, compartían el hecho de la búsqueda de nuevos espacios, físicos y mentales, la conquista de sí mismas y de su libertad, a partir de vidas consideradas como mediocres o directamente dramáticas.

En apariencia, la existencia del personaje femenino de La búsqueda de la felicidad, película escrita y dirigida por el británico Dominic Savage, y producida por su actriz protagonista, Gemma Arterton, no puede estar más distante de la de aquellas mujeres: una vida burguesa razonablemente feliz, casada, con hijos pequeños y sin problemas económicos. Y, sin embargo.

Corren nuevos tiempos. Nuevas sensaciones, nuevas reflexiones. La película llega en un momento de evidente y necesaria reconsideración de la mujer, de reivindicación feminista, donde lo que (casi) siempre ha sido juzgado como una vida estable e inmaculada quizá sea momento de redefinir como posible cárcel en vida. Y Savage ha compuesto un dibujo de mujer muy reconocible, nunca maniqueo y siempre complejo: el de la madre que hace tiempo que abandonó su individualidad, su presente y su futuro, en pos de una familia. Y también dos retratos masculinos certeros y auténticos en su egoísmo, pero nunca de trazo grueso. Empezando por el marido, insaciable en el sexo, manipulador, cómodo y, de nuevo en apariencia, lejos de la figura del maltratador. ¿Lejos? Puede que no tanto. Y terminando por el del esporádico amante que va de misterioso y que también puede ser un hombre que huye, a la búsqueda de sí mismo y del modo menos sensato. Pero, ¿qué es la sensatez?

Con dos magníficos intérpretes, Arterton y Dominic Cooper, la película se asienta cinematográfica y metafóricamente en el dominio de los sentidos. A través de experimentaciones sonoras y detalles físicos (¡esos dedos levantados sobre la espalda de él, tras un polvo en las antípodas del acto de amor!), La búsqueda de la felicidad aspira a ser una obra que se huela, se saboree, se palpe, y en casi todas sus vertientes lo consigue. A que seamos esa mujer al borde de la desesperación. Un trabajo sobre la sensibilidad y la percepción que, ya en su texto, incluso llega a verbalizar la pérdida de un posible sexto sentido: el del deseo.

Y, sin desvelar nada, solo con un borrón, al menos para este crítico: el epílogo en la casa de la mujer parisiense, su discurso y el gesto final en la salida a la calle, es harto discutible. Savage toma partido con una solución. Es su película y está en su derecho, pero muchos espectadores apretarán con cierta rabia el brazo de su butaca.

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