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El tesoro romano que apareció en un caldero

El Museo Arqueológico Nacional devuelve restaurado un caldero con 8.000 monedas romanas que guardaba desde 1951

Eusebia y Tomás Roldán, en mitad de una fortísima tormenta, avanzaban a pie por la antigua senda que unía las minúsculas poblaciones palentinas de Valsadornín y Gramedo. El agua, que descarnaba los rodales del viejo camino aquella mañana del 19 de agosto de 1937, comenzó a desenterrar a los pies de un muro un objeto que se asemejaba una vieja olla. Intrigados, se acercaron y tiraron con fuerza de sus asas. Se trataba de un caldero de cobre de unos 45 kilos de peso y con más de 8.000 monedas en su interior y varios miles esparcidas por el suelo. Los hermanos habían encontrado lo que se conoce desde entonces como el tesoro de Valsadornín y que, tras 67 años en el Museo Arqueológico Nacional, en Madrid, volverá restaurado a Palencia a principios de 2019. El director del museo provincial, Francisco Javier Pérez Rodríguez, explica que se ultiman ya los trabajos para la exposición definitiva de las miles de piezas de plata y cobre que fueron acuñadas durante los reinados de 18 emperadores y emperatrices de Roma.

Los expertos coinciden en que el dueño del caldero lo escondió ante la inestabilidad que sufría la Península en torno al 270 después de Cristo. Un estudio de la historiadora Valentina Calleja destaca que entre los años 260 y 280 de nuestra era la Hispania romana estaba sometida a fuertes convulsiones por «causas internas y externas». Por eso, posiblemente su propietario lo ocultó con el fin de recuperarlo pasado el peligro, pero nunca volvió. 

La vasija contenía entre 8.000 monedas amalgamadas en su interior y otras 2.421 sueltas que fueron depositadas en el Museo de Palencia, a pesar de que los descubridores intentaron venderlas antes. De hecho, las crónicas de la época registran que los hermanos Roldán «se quedaron con algunas de ellas», que los vecinos de Cervera de Pîsuerga (localidad próxima a Valsadornín y donde el tesoro fue depositado unos días) «tenían también ejemplares» y que al » gobernador de Valladolid, señor Villalobos, se le entregaron 23 de las mejor conservadas, de las que no se ha vuelto a tener noticia». Finalmente, las restantes, y que no se pudieron separar del caldero con las técnicas de la época, se enviaron a Madrid en 1951 y fueron dejadas en depósito para su restauración. Pero pasaron las décadas, y el conjunto permanecía en los depósitos del Museo Arqueológico Nacional. «Nunca había tiempo para restaurarlas. Como era de Palencia…», se queja Francisco Javier Pérez. 

«El tesoro de Valsadornín traza un mapa del poder en su tiempo. Hay piezas con el nombre de 18 emperadores, emperatrices y sus herederos. Pone cara a la inestabilidad política del Imperio, con dirigentes efímeros y usurpadores que se suceden y superponen en Roma, en Galia y Oriente», explican fuentes del Museo Arqueológico.

Las monedas más antiguas se sitúan en el 240 y las más modernas en el 269. La mayoría fueron acuñadas en Roma, aunque también las hay de las cecas de Lyon, Antioquía o Milán, y pertenecen principalmente al reinado de Galieno, que gobernó entre el 253 y el 268. Galieno fue emperador durante una época de grandes turbulencias y tuvo que enfrentarse a la disgregación del imperio a causa de diversas rebeliones externas e internas. De hecho, murió asesinado.

Entre 2016 y 2018 el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE) abordó la restauración de la vasija y su contenido, conservando ahora el aspecto más aproximado al hallazgo original e interviniendo individualmente en una parte de las monedas desprendidas del bloque. También fueron realizadas diversas pruebas de imagen y composición metálica: radiografías, microanálisis mediante microscopía electrónica de barrido (SEM) y espectrometría de dispersión de energías de rayos X (EDX). Los datos obtenidos sirven para desentrañar las técnicas romanas de fabricación de moneda o la variación del contenido real en plata de este tipo de piezas. Los antonianos, como se las conoce, eran inicialmente de plata, y deben su nombre a que fueron creadas durante el mandato de Marco Aurelio Antonino. Pero conforme pasaban los años, fue perdiendo valor, ya que cada vez incluían menos plata y más cobre y estaño. 

Tras la exposición en Madrid, en la llamada Vitrina Cero, el conjunto volverá definitivamente al Museo de Palencia. El 13 de enero, la muestra en el Museo Arqueológico cierra sus puertas, un día importante para el de Palencia, al que solo le resta ir a buscarlo. «Se tomararán todas las medidas de seguridad precisas», señala Pérez Rodríguez.

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