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El cine de Argelia apunta contra el régimen de Buteflika

Una brillante generación de cineastas argelinos refleja en sus obras la frustración y el desencanto de sus compatriotas

La falta de salidas para los jóvenes, el desencanto, el paro, la corrupción, las frustraciones, el peso de la religión, la gente que emigra y la que prefiere quedarse y luchar… Una nueva generación de cineastas argelinos está retratando el magma de frustraciones y desencanto que ha sacado a millones de ciudadanos a las calles para pedir que se marche el régimen de Abdelaziz Buteflika, el presidente de 82 años que lleva 20 años en el poder.

El director Karim Moussaoui, de 43 años, estrenó en 2017 En attendant les hirondelles (Esperando las golondrinas), un filme del que la crítica ha resaltado su elegancia y delicadeza para retratar la vida de gente ordinaria. Ahora, Moussaoui trabaja en un nuevo proyecto en París. Pero vuela cada semana a Argel para sumarse a las manifestaciones de cada viernes. Por teléfono comenta: “Buteflika y los suyos no han hecho nada en 20 años. No han desarrollado ni la educación, ni la investigación, ni la sanidad. Buteflika mismo es la prueba del fracaso de su política: se ve obligado a ir a un hospital de Suiza, mientras que en Argelia hay mucha gente que no consigue cita para que los atiendan en los hospitales públicos. Con el dinero que han conseguido con el petróleo un niño de 10 años podría haber hecho más cosas que ellos en el país”.

Moussaoui confía en esos jóvenes que ve en las manifestaciones. “La mayoría tiene menos de 30 años. Y sus mensajes, los vídeos que cuelgan, sus lemas, son muy creativos. Hay un deseo de creatividad”.

Damien Ounouri, de 37 años, es director de cine y fotógrafo. Acude a diario a asambleas con gente del gremio para discutir cómo hay debe organizarse la transición. Hace fotos en blanco y negro que suele publicar en Facebook. “Este régimen desprecia a los jóvenes, que son la mayoría de la población», afirma. «Para obtener cualquier puesto tienes que ser un anciano. Hasta que no cumples los 60 eres demasiado joven, no importa el oficio. En estos momentos, cada oficio, cada profesión, estamos reuniéndonos para dar forma a nuestras reivindicaciones. Yo creo que la gran reivindicación es la transparencia. No se sabe quién gobierna realmente el país y eso se transmite a toda la sociedad. Tampoco sabemos quién dirige el Ministerio de Cultura. Aunque hay cuatro o cinco instituciones dedicadas al cine, en realidad, no sabemos a quién dirigirnos».

Adila Bendimerad es actriz y se encuentra también muy involucrada en las protestas. “Este régimen ha despreciado a su gente. Y eso se nota también en la cultura. Las estructuras existen. Pero están inutilizadas. Hay Casas de la Cultura por todas partes, pero yo llevo en el mundo del teatro y del cine desde los 23 años y no consigo ni una sala para estrenar. Tengo 34 años. Imagina las salas que pueden conseguir la gente más joven que nosotros”.

A pesar de todos los obstáculos, Bendimerad destaca que es histórico lo que ha ocurrido con el cine de Argelia en los últimos dos años. “Hemos conseguido exportarlo, hay varias películas con gran éxito en el extranjero”. Una de las claves de ese éxito, explica Bendimerad, es que los argelinos no han dejado de luchar en los últimos 20 años. “Cada gremio ha puesto de su parte: la prensa, los estudiantes, los médicos, los actores. Los argelinos hace 20 años que hablan. El sistema es muy duro, pero no es una dictadura que coge a la gente, la tortura y la lleva a la cárcel”.

Sofia Djama, es una de las cineastas que más éxito ha obtenido en el extranjero, con su película Les bienheureux (Los bienaventurados, 2017). Se encuentra ahora mismo en Brasil en un viaje de promoción y desde allí responde: “Nos sentimos humillados. Yo ya me sentí humillada cuando Buteflika reformó la Constitución en 2008 para presentarse a un tercer mandato. Argelia es un país que se ha construido sobre su imagen revolucionaria, una imagen de lucha, es un país militante. Pero este sistema ha creado un poder oculto, profundo, una mafia. Las manifestaciones nos han liberado”.

Para Djama el problema no es la censura, sino algo más sutil. “El sistema es más perverso y cínico. Ha desestructurado la relación con la cultura. Los cines se han dejado en manos de ayuntamientos que los han convertido en salas de fiestas”.

Yacine Bouaziz es un productor de 37 años que ahora suele hacer fotos en las manifestaciones y las difunde en Facebool. Produjo una película titulada Vote off, cuyo objetivo era mostrar por qué los jóvenes no votaron en las últimas presidenciales de 2014, que Buteflika ganó con el 81,53% de los votos y una abstención de casi el 50%. “Los jóvenes no votaban porque no creen en los representantes que les proponen. Saben que todo es una mascarada y desde tiempo”, resume. Para Bouaziz el problema fue la censura, ya que no ha podido mostrar el filme en su país.

Bouaziz se muestra indignado ante la forma en que muchos medios de comunicación han tratado la oferta de Buteflika de no postularse para un quinto mandato y posponer las elecciones de abril. “Es un golpe de Estado lo que está ocurriendo en Argelia, con en 1991”, explica desde Argel. “Es increíble que haya gente que incluso alabe la decisión de Buteflika, como Emmanuel Macron. Buteflika ha interrumpido el proceso electoral. ¿Se imagina usted que eso ocurre en su país? En su país eso sería imposible, pero como ocurre en Argelia, se alaba la decisión de Buteflika. La constitución es la primera ley y Buteflika la ha pisoteado”.

Malek Bensmaïl es un director de 52 años que rodó durante las últimas presidenciales de 2014 una película titulada Contre-Pouvoirs (Contra-Poderes), donde narraba las dificultades que encontraba la redacción del diario El Watan, el más crítico contra el régimen. Bensmaïl, tiene una dilatada carrera y dice que el estallido de las protestas se veía venir. “La década negra de los noventa fue de una violencia física y moral intensa, un trauma”, explica. “Pero las dos décadas que han seguido han sido también de violencia psicológica, por la falta de perspectiva, de libertades, de ocio, de cultura, una corrupción generalizada. Es una violencia invisible que ha tocado a la dignidad de los argelinos. En mis películas se veía que esto no podía aceptarlo el pueblo de forma indefinida. Y como suele decirse: hay que desconfiar de un animal herido”.

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