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El abandono y la corrupción espolean el colapso del sistema eléctrico venezolano

El fallo en la central hidráulica de Guri y la incapacidad del Gobierno de construir un sistema termoeléctrico alternativo provocan el mayor corte de luz de las últimas décadas

Venezuela lleva casi 20 horas sin luz, en el que ya es el mayor apagón de las últimas décadas. La falta de suministro afecta a hospitales —las infraestructuras más sensibles a una caída de potencia— y refrigeración de alimentos, ha provocado la suspensión de las clases este viernes, ha dejado sin suministro de agua a miles de hogares, ha provocado interrupciones en la red telefónica —tanto de voz como de datos— y ha causado la cancelación de vuelos en el aeropuerto de Caracas. La falta de luz en una de las capitales más violentas del mundo añade otro ingrediente más: el pánico cuando cae la noche. La población no solo encuentra las calles a oscuras, sino que no cuenta con un teléfono celular al que recurrir en caso de urgencia.  

Pero esto no siempre fue así. Venezuela fue durante varias décadas la nación que más energía eléctrica producía en América Latina y la que tenía más cobertura territorial de la región. Mucho ha cambiado la situación desde entonces: el actual colapso de la red revela problemas importantes de inversión, así como de diseño e implementación de los planes de actualización del sistema eléctrico, pero también el grave deterioro en las infraestructuras del país sudamericano, que sufre una de las mayores crisis económicas del mundo en lo que va de siglo XXI. A pesar de las denuncias de sabotaje, el apagón ha venido precedido de varias señales no atendidas que alcanzaron al propio Nicolás Maduro. La más reciente, hace pocos días, un corte eléctrico en el propio Palacio de Miraflores durante una rueda de prensa.

Los apagones, un dolor de cabeza nacional, tuvieron un notorio impulso con la salida del negocio de las compañías privadas y regionales. Tras el fallo nacional en el suministro que tuvo lugar en 2007, producto de una sobrecarga del Sistema Eléctrico Nacional, Hugo Chávez anunció la creación, en 2008, de la Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec). Con ella fueron centralizados los servicios eléctricos del país y con ella, también, comenzó una decadencia progresiva del servicio.

Pero la falta de inversión, el éxodo de profesionales especializados, la mala gestión del sistema eléctrico venezolano y la incapacidad de la red de centrales termoeléctricas que debería actuar como respaldo ante la caída de la hidroeléctrica de Guri (la mayor del país sudamericano, en el Estado de Bolívar), han agravado la situación hasta el punto de que es imposible prever cuándo volverá a fluir la energía hacia los hogares y el comercio.

Todos los ojos están puestos desde este jueves en la represa de Guri, construida hace cuatro décadas como uno de los mayores proyectos hidroeléctricos del mundo y, por mucho, la mayor generadora de energía del país —aunque la ausencia de datos oficiales fiables hace imposible calcular cuánta energía genera hoy—. Es el origen del apagón de este jueves y viernes: solo 11 de las 20 turbinas de generación eléctrica están en funcionamiento, según los datos de Leonardo Vera, profesor de la Escuela de Economía de la Universidad Central de Venezuela (UCV). «El sistema arrastra problemas importantes desde hace muchos años», subraya este experto en políticas publicas. Diego Moya-Ocampo, de la consultora de riesgos IHS, centra su análisis en la falta de inversión en las centrales hidroeléctricas y en los proyectos fallidos en el sector de la energía termoeléctrica, que deberían dar respaldo al sistema ante el colapso de Guri. «A partir del momento en que Chávez empieza a nacionalizar las empresas de electricidad, empieza un proceso de falta de inversión y mantenimiento en toda la red», subraya por teléfono.

En Guri es donde más se nota esta falta de inversión: y la falta de recursos destinados a mantenimiento y mejoras en los últimos años se ha traducido en «varios colapsos» desde 2010. «Sin embargo, este es el colapso de mayor escala: no solo ha fallado Guri, sino también los sistemas alternativos», agrega Moya-Ocampo. «Sencillamente no se está generando lo suficiente como para poder atender la demanda». El Gobierno de Maduro, que a través de dos ministros y de la empresa pública Corpoelec ha achacado la ausencia del suministro a supuestos «sabotajes», prometió anoche el pronto restablecimiento del suministro. Pero pasado el mediodía de este viernes, la corriente seguía sin volver a la normalidad.

La falta de inversión y mantenimiento, el factor más repetido desde que buena parte del país con las mayores reservas de petróleo del mundo se quedó sin electricidad a media tarde del jueves, explica, sin embargo, solo una parte del problema: «Sería una simplificación decir que es únicamente por eso. La falta de inversión ha sido importante en estos últimos años, pero los problemas se remontan a mucho más atrás», subraya Vera, de la UCV. La debacle de Edelca —que llegó a ser la principal empresa eléctrica en Venezuela y que operaba la mayor parte de saltos de agua del país—, «de dónde salieron extraordinarios profesionales», dice, agravó el éxodo masivo de especialistas.

La salida de trabajadores —ingenieros y gerentes, entre otros— no afecta únicamente a este sector: ante el agravamiento de los problemas económicos, que han acabado derivando en una crisis humanitaria con consecuencias para todas las capas de la población, hasta 3,4 millones de personas han salido del país sudamericano en los últimos años, buscando refugios en otros países de la región, Europa o Estados Unidos. Este mismo viernes, la Organización de Estados Americanos (OEA) elevaba el número de emigrantes venezolanos hasta más de cinco millones entre 2015 y 2019.

El cambio en el modelo de gestión del sistema eléctrico venezolano también juega, según los analistas consultados, un papel preponderante en la crisis eléctrica. «El chavismo acabó con un modelo de gestión descentralizado, con distintas empresas eléctricas, algunas privadas, y centralizó todo en Corpoelec, un elefante gigantesco con grandes problemas para gestionar un sistema sumamente complejo», complementa Vera. Entre 2004 y 2014, dice, las autoridades venezolanas hicieron grandes inversiones en plantas termoeléctricas. Pero el 50% de esas plantas están inoperativas por varias razones: «Corrupción, proyectos inacabados por falta de recursos o malas estimaciones en los recursos que se necesitaban, improvisación o presión de burócratas cubanos en el diseño del sistema».

Algunas de las denuncias de corrupción más conocidas en el debate público nacional tienen que ver con los sobreprecios y las compras de equipos usados a las termoeléctricas por parte de Corpoelec. Héctor Navarro, antiguo militante del PSUV, ministro de Energía Eléctrica, ha sido uno de ellos. En ciudades como San Cristóbal o Maracaibo, los cortes de luz son hoy por hoy de hasta 15 horas.

Recientemente trabajadores de la compañía eléctrica, Corpoelec denunciaron «los sueldos de hambre» que perciben y las pésimas condiciones en que se encuentran las instalaciones. Damarys Cervantes denunció en el canal VPI de televisión desde Puerto Ordaz que «tenemos las botas despegadas, no tenemos cascos y ni los insumos mínimos para hacer el mantenimiento». Cervantes, acompañada de un grupo de trabajadores de la empresa, hizo un duro retrato ante las cámaras de la situación en que se encuentran las instalaciones eléctricas y la persecución contra las trabajadores que han hecho estas denuncias y a quienes, aseguró, se les han «bloqueado» sus sueldos.

Los trabajadores, que mostraron su simpatía por Juan Guaidó, insistieron hace 15 días que el actual sistema eléctrico «está en el suelo» y que no cuentan con los repuestos suficientes para hacer frente a un apagón como resultado de la «corrupción» y la inutilidad de los funcionarios encargados, explicó José Cedeño trabajador con más de 30 años de trabajo en la empresa publica.

En esta situación, cuando el sistema hidroeléctrico sale de funcionamiento o no da abasto por algún motivo, las termoeléctricas (que funcionan a partir de gas, diésel y otros combustibles fósiles) deberían operar a máxima potencia para proveer la energía que los saltos de agua han dejado de aportar. «Eso es lo que debería haber ocurrido [ayer y hoy], pero no ha sido así», agrega Vera.

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