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Diálogos con un mudo

Después de sus exitosas incursiones en televisión en ‘Saber y Ganar’ y ‘Pasapalabra’, David Leo García publica su tercer libro, ‘Nueve meses sin lenguaje’

Siete años de silencio editorial dan para muchos poemas. Tras la publicación en 2011 de su anterior poemario, Dime qué (Ediciones DVD), y sus exitosas incursiones frente a las cámaras de televisión en Saber y Ganar y Pasapalabra, David Leo García (Málaga, 1988) ha publicado su tercer libro, Nueve meses sin lenguaje (Ultramarinos). Sus versos, precisos y ásperos, siguen ahondando en los vacíos que deja el lenguaje, una de las temáticas que ya exploraba en su anterior obra. Sin embargo, el tiempo pasado entre uno y otro poemario concede a su escritura distancia y desapego.

Nueve meses sin lenguaje sumerge al lector en la perspectiva de una persona que ha perdido la capacidad de hablar. Como si todos sus poemas sucedieran dentro de la cabeza de un afásico que se esfuerza por recuperar las palabras durante una sesión de terapia. Un paseo a través de un mapa de referencias inmenso por el que perderse. Y como río por el que fluye todo el texto: el lenguaje. Presentado a lo largo de los poemas como liberación, condena y vacío. “¿Cómo conozco / el gusto de la muerte / sin haberla probado / todavía? / ¿Qué me has hecho, lenguaje?”.

Sus temas son en cierto sentido finiseculares: alusiones a la Biblia, la neurología o el psicoanálisis eran frecuentes en sus otros textos, a las que ahora también añade menciones al taoísmo. “Para mí el libro es un bufé libre de referencias. Puede haber un poema que transpire fe por los cuatro costados y otro que transpire nihilismo, pero no representa una forma global de concebir el mundo ni la literatura”, comenta. Por mapa temático, pero también por menor exposición a las redes sociales, David Leo García es un poeta apartado de otros nacidos en los ochenta.

Cuando ganó el mayor Rosco concedido por Pasapalabra tras su periplo de 109 programas, el autor ya apuntaba lo que haría con el dinero. “El mayor lujo es poder vivir centrado en la literatura”, decía entonces. Años después, desde una posición desahogada, comienza a explorar su otra pasión además, de la poesía: el cine, y compagina un curso de guion y dirección con la escritura. Pero no hay prisa. “Si me obligara a mí mismo a publicar un libro cada dos o tres años no estaría satisfecho con el resultado”, aduce. Su proceso creativo es sencillo: una libreta que siempre lleva consigo, y en la que apunta versos, conceptos e ideas, que posteriormente va hilvanando.

Según comenta el autor, la idea del libro nace de las conversaciones mantenidas con su editor. “Creo que por mi relación con la literatura era la única manera”, expone García, que añade que, en este caso, su escritura es un proceso “más de minería”, sin un plan predefinido en el que ha ido rescatando poemas antiguos, añadiendo nuevos hasta levantar “un acta del choque entre lo real y lo subjetivo”.

El sello independiente Ultramarinos hace ediciones elegantes y cuidadas. Recuerda a las francesas Gallimard o Les Éditions de Minuit. Fundada en 2017 por Unai Velasco y Julia Echevarría, se había dedicado anteriormente a rescatar en antologías a poetas latinoamericanos fuera del centro mediático. Ahora, como es el caso de este libro, se lanzan también a publicar a autores jóvenes.

Pese a la sobriedad aparente de los poemas, las páginas encierran juegos como “En la esquina/ un homo sapiens sapiens/ bebe café café” , reflexiones como “toda conversación es poscoital” y hallazgos que inevitablemente sacuden y hacen que se vuelva una y otra vez a ellas. La sensación que deja al cerrarlo es la de haber mantenido un diálogo con un mudo, o como acercarse demasiado al borde de un precipicio. Imposibilidad, maravilla y vértigo.

Cada nueva exploración de los poemas trae consigo nuevas interpretaciones de lo ya conocido. “Esto es más importante hoy que nunca”, afirma García, “Ahora que vivimos tiempos tan malos para la ironía, para los dobles sentidos y el humor la mera de existencia de la poesía es un acto de resistencia”.

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