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Decenas de detenidos en Turquía en las protestas por los 20 años en prisión del líder kurdo Öcalan

Los arrestados reivindicaban el fin del aislamiento penitenciario al que está sometido el dirigente, que cumple cadena perpetua

Al menos 64 personas han sido detenidas este viernes en varias provincias de Turquía en relación con el vigésimo aniversario de la captura de Abdullah Öcalan, líder del grupo armado kurdo Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y encarcelado a perpetuidad en la isla-prisión de Imrali. A los arrestados se les acusa de hacer “propaganda” a favor del PKK —incluido en las listas de grupos terroristas de Turquía, la Unión Europea y Estados Unidos— por preparar actos en los que pretendían denunciar el duro régimen de aislamiento al que se somete a Öcalan desde hace más de tres años.

Diyarbakir, la capital oficiosa de los kurdos de Turquía, amaneció con sus principales accesos bloqueados por la policía por la previsión de que numerosas marchas organizadas desde diferentes ciudades por el Partido de la Democracia de los Pueblos (HDP) convergiesen este viernes en el hogar de Leyla Güven, una diputada de esta formación prokurda que cumple 100 días en huelga de hambre para exigir el fin del aislamiento a Öcalan. “El estado de salud de la señora Güven es crítico”, lamentó la copresidenta del HDP, Pervin Buldan, este jueves en una charla con la prensa extranjera a la que acudió EL PAÍS. “El Gobierno de Turquía no está respetando sus propias leyes. Lo que la señora Güven pide no es nada extraordinario, sino que se cumpla la ley y se permita a Öcalan ver a sus abogados y su familia”. En enero, después de meses sin la posibilidad de recibir visitas y ante los rumores de que había muerto, las autoridades turcas permitieron al hermano de Öcalan visitarlo en prisión. Algo que el HDP considera “insuficiente” y exige que se amplíe el régimen de visitas.

Los arrestados este viernes se unen al centenar de detenciones practicadas en los días previos por preparar actos de protesta en coincidencia con el simbólico aniversario. Algunos de los detenidos son dirigentes locales del HDP y otros pertenecen al entorno de esta formación, legal y la tercera con más diputados del Parlamento de Turquía. Pese a que desde el HDP niegan “cualquier tipo de lazo” con el PKK, el Gobierno acusa a este partido de ser el brazo político de “la organización terrorista separatista” kurda. En los últimos tres años —desde que fracasó el último intento de negociación de paz entre el Gobierno y el PKK—, unos 7.000 miembros del HDP, entre diputados, alcaldes, dirigentes y simples militantes, han sido encarcelados.

¿Mandela kurdo o terrorista sin escrúpulos?

El 15 de febrero de 1999, los servicios secretos turcos se anotaron uno de los mayores éxitos de su historia al capturarlo en Kenia. Maniatado y visiblemente desmoralizado, Öcalan trataba de excusarse: “Amo a mi país, mi madre era turca. Amo a Turquía y al pueblo turco, si me dan la oportunidad haré algo bueno por él”. A bordo de un avión privado, los agentes llevaban de vuelta a Turquía al terrorista más buscado del país.

Las maniobras para su captura, que supuso también el más estrepitoso fracaso del espionaje griego, habían comenzado meses atrás. En octubre de 1998, Turquía lanzó un ultimátum y amenazó con atacar Siria: allí se había exiliado Öcalan huyendo del golpe de Estado de 1980 en Turquía. También desde Siria anunció, en 1984, que su PKK se alzaban en armas contra Turquía y por un Estado kurdo independiente, iniciando un conflicto que ha costado la vida a más de 40.000 personas, la mayoría en sus propias filas. Sin empuñar una sola vez el fusil y desde su cómodo refugio sirio, dirigió durante 14 años las acciones del PKK y lo hizo con mano de hierro, ordenando acabar con todo aquel que, dentro de la organización, cuestionase sus órdenes.

Ese 1998, Damasco terminó por rendirse a la presión turca y expulsó a Öcalan. Comenzó entonces un periplo por varios países (Rusia, Italia, Grecia) en los que el líder kurdo se convirtió en huésped incómodo: ningún gobierno quería enviarlo de vuelta a Turquía —donde seguía vigente la pena de muerte—, pero mantenerlo en su territorio implicaba enemistarse con Ankara (los turcos, por ejemplo, iniciaron un boicot a los productos italianos).

Finalmente, el espionaje griego le confirió un pasaporte falso a nombre de un periodista chipriota y lo envió, en secreto, a la residencia del embajador griego en Kenia. Sin embargo, Nairobi era en esos momentos una urbe repleta de espías pues, medio año antes, Al Qaeda había atentado contra la embajada de EE UU, y se cree que la CIA alertó a los turcos y al Gobierno keniano sobre la verdadera identidad del huésped de la embajada griega. Tras dos semanas, las presiones de las autoridades kenianas convencieron a Grecia de sacar a Öcalan de la legación diplomática: el líder del PKK aceptó ser trasladado a Sudáfrica o algún país amigo, pero al introducirse en el jet privado que le esperaba sobre la pista del aeropuerto Jomo Kenyatta el personal le saludó en turco y con sorna: “Bienvenido a casa”.

Su captura fue un duro golpe al PKK. Durante su juicio, buscando la clemencia de las autoridades turcas, ordenó a la guerrilla kurda detener toda actividad, lo que provocó no pocas deserciones de dirigentes y combatientes. Pero sirvió de poco: fue condenado a muerte —en un juicio criticado varias veces por el Tribunal de Estrasburgo— y posteriormente se le conmutó la pena por la cadena perpetua. Así que el PKK volvió a las andadas a mediados de la pasada década, con una renovada estrategia de atentados y asesinatos.

Pese a todo, Öcalan ha mantenido su aura de líder gracias al intenso culto a la personalidad que se le profesa en su organización. Su retrato puede verse en las sedes del partido HDP, en los cuarteles de las milicias kurdo-sirias YPG —también inspiradas por él— o en las manifestaciones por los derechos de los kurdos en cualquier capital europea. Eso le ha permitido, igualmente, jugar un importante papel en los dos procesos de paz intentados durante la última década (2009 y 2013-2015), que lograron frenar la violencia y llevar cierta esperanza a la castigada región kurda de Turquía, pero que, por diversas razones, acabaron fracasando. “El papel de Öcalan en el proceso de paz fue importantísimo. Por eso es indispensable acabar con su aislamiento”, sostenía este jueves Sezai Temelli, colíder del HDP: “Sin solucionar el problema kurdo, no habrá paz ni democracia en Turquía”.

Veinte años después de su captura, Öcalan es una figura que divide a la sociedad de Turquía. Muchos kurdos lo consideran, sinceramente, su líder político, una especie de Nelson Mandela al que esperan ver, algún día, salir en libertad. Para la mayoría de los turcos es, en cambio, el “jefe de los terroristas” o “el asesino de bebés” (por las matanzas y atentados indiscriminados cometidos por el PKK bajo sus órdenes) y no están dispuestos a otra cosa que no sea verlo pudrirse en prisión.

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