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‘Dantza’: bailes vascos y sorpresas antropológicas

La película de Telmo Esnal acomete con un asombroso despliegue audiovisual un viaje a los mundos simbólico y humano de la música de Euskadi

La fruta madura, las plagas, la lluvia en el suelo reseco, las cosechas. Siembra y recolección. Resulta que la labor del campo tiene mucho más que ver con el baile que lo que a priori pudiera pensarse. Y en las danzas vascas, folclore arraigado a la tierra, aún más. Dantza, de Telmo Esnal, no es solo un disfrute visual de complejas coreografías, generosa dosis de efectos digitales, impresionantes paisajes e imaginativo vestuario, sino que a través del baile ahonda en la investigación antropológica, yendo más allá de lo que podría ser un mero musical.

Esnal, director de Urte berri on, amona! (2011), y que se encuentra inmerso en la posproducción de Agur Etxebeste!, codirigida con Asier Altuna -con quien ya hizo la primera parte-, reconoce que el reto ha requerido un esfuerzo de conceptos impensable antes de iniciar el rodaje de Dantza, ya en cartel en toda España. «Cuando empezamos la película, el escultor, Koldobika Jauregi, autor del universo estético de la película, y yo nos juntamos con el folclorista y coreógrafo Juan Antonio Urbeltz». Urbeltz ha aportado a la película una investigación antropológica sorprendente. «Lleva cuatro décadas publicando obra sobre las danzas, su origen, su indumentaria… Él también baila [aparece encabezando el desfile de la secuencia en la plaza de Leitza], y ha realizado una hipótesis sobre el nacimiento de las danzas». El coreógrafo e historiador apuesta por otra historia alejada de la oficial. «Por ejemplo, cuando vemos a un bailarín con una espada pensamos en el bailarín guerrero. Él en cambio se da cuenta de que en euskera espada es ezpata, pero que ezpara es tábano. Apuesta por un tábano bailarín antes que por ese guerrero, y explicita que esas danzas con espadas son coreografías conjuratorias contra las plagas. En un mundo campesino lo que te hunde la vida son las plagas», recuerda Esnal. El director decidió seguir ese hilo, que le abría un campo visual «fascinante». «Sentí que podía hacer cosas increíbles, como bailarines sobre el agua, recrear todo un mundo simbólico que ilustrara una relación con la tierra». Y extrapola la investigación a otros folclores regionales. «Por ejemplo, los moros y cristianos. Los moros son el mal, y en realidad, no son un paralelismo exacto, sino que derivan también de las plagas. En otros bailes el diablo aparece a caballo, y eso no es un equino, sino que en realidad simbolizan la langosta». De ahí, esos trajes que recuerdan a todo tipo de insectos.

La primera parte de Dantza ilustra ese mundo simbólico -«complicadísimo de hacer, en el que hemos desestructurado los pasos de los bailes»-, que eleva la película más allá de precedentes musicales. «Nos planteamos construir un pueblo en un plató, porque Koldobika tenía obra para ello. Pero era inviable. Nos salimos a escenarios naturales, y nos complicamos la vida. Porque hemos puesto a dantzaris a bailar en localizaciones muy difíciles. Yo mismo, que he sido dantzari, me iba a casa algunos días jodido. Porque no son profesionales, tienen sus trabajos, y aquí les hemos pedido esfuerzos descomunales, repeticiones constantes», recuerda el director. Esa primera parte retrata una poderosa simbología, y Esnal fue consciente de que podía lastrar el metraje: «La segunda parte, la humana, la que arranca en el siglo XIX, con las danzas de cuerda, y que acaba en los bailes de pareja y las habaneras, la hemos enfocado más pegadas a los rostros. En el fondo, es un recorrido atemporal aunque a la vez hilvanado por la vida».

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El viaje no solo ha sido complicado por las coreografías, las localizaciones y la coordinación de 250 dantzaris de 15 compañías. También por su financiación. En Dantza, Esnal ha estado volcado siete años.»He investigado mucho, hemos luchado por el dinero, el proyecto ha pasado muchas dificultades. Eso del boom del cine vasco no me lo creo. Yo sigo trabajando en las mismas condiciones. Hacer cine se aprende… haciendo. Y nos cuesta mucho. Al menos los técnicos sí van enlazando proyectos».

Y a cambio reconoce el disfrute del proyecto y la responsabilidad de cara al futuro: «Soy consciente de que lo que yo haya rodado quedará como un documento -cuidado, no un documental- de estos bailes. Por eso, en ocasiones, he sacrificado la narrativa para adecuarme a las coreografías. También he vigilado mucho los planos cortos para que quien en el futuro desee aprender los pasos, ahí los vea». Pero, con sonrisa en los labios, subraya: «Los dantzaris no se han visto en otra, difícilmente se rodará algo parecido, y por eso ha sido la gran oportunidad. Yo bailaba, y si alguien me hubiera propuesto algo así, hubiera sido feliz».

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