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Bermejo

El Prado es el lugar donde Madrid se convierte en París o Nueva York. Vuelvo a Bermejo porque el siglo XV en España fue más universal que el siglo XX

Visitar museos cuando se acerca la noche de fin de año tiene un toque de película americana, destila lujo y está muy bien de precio. Por eso esta mañana me he ido al Museo del Prado. El Prado es el lugar donde Madrid se convierte en París, o en Nueva York, o en Londres. Paseo por las salas y me doy cuenta de algo inesperado: todos los personajes que salen en los cuadros están muertos. Los visitantes del museo estamos vivos, pero los protagonistas de los cuadros solo son fantasmas. Muertos y vivos, allí estamos. Los vivos caminamos por las salas y los muertos perseveran o prevalecen en el lienzo. Visitar fantasmas cuando se acerca la Nochevieja es pedir que nos visiten a nosotros mañana. Hay un muerto que aparece casi siempre en los cuadros. Es el muerto más famoso de este museo. Es Jesucristo. Me canso de tanto Jesucristo por todas partes. Todo pintor clásico pintó a Jesucristo. Es el Elvis Presley del Renacimiento y del Barroco. Voy a la sala dedicada a Bartolomé Bermejo y veo que también pintó a Jesucristo. Creo que Bermejo fue el Andy Warhol del siglo XV. La pintura clásica europea estaba obsesionada con la belleza de Jesucristo.

Deambulo por las salas que celebran los 200 años de la creación del Museo del Prado. Me detengo delante de un vídeo explicativo de la efemérides, dedicado a visitantes ilustres del siglo XX. Salen gobernantes del Tercer Mundo. Sale Francisco Franco con pantalón bombacho. Sale Eva Perón. Madrid entonces solo era un pueblo grande. Es el subdesarrollo político-moral de nuestro pasado reciente lo que ese vídeo pregona. Por eso vuelvo a Bermejo, porque el siglo XV en España fue más universal que el siglo XX. ¿Por qué no conocía la pintura de Bermejo? ¿Por qué no me hablaron de Bermejo y sí de Velázquez, El Greco y Goya? En la historia de España, siempre se olvidan de los mejores. Me quedo delante del rostro de un Jesucristo ensangrentado y consumido, pintado por Bermejo. Parece David Bowie. Se lo digo a la señorita que vigila la sala. “Es clavadito a David Bowie”. No me ríe la gracia. Me siento estúpido, pero cuando me marcho se me acerca y me dice al oído “es clavadito a Marlon Brando”. El fin de año se cuela por todas las salas del museo. Me quiero comprar el catálogo de Bermejo. Tazas de Bermejo, cuadernos de Bermejo, este tránsito del 2018 al 2019 es de Bermejo.

El Prado tuvo tres millones de visitantes el pasado año, pero el Louvre superó los siete millones. Lo más importante que puede ofrecer un país al mundo son pintores y artistas. Creo que yo hubiera llamado Bartolomé Bermejo al aeropuerto de Barajas y Gaudí al aeropuerto de Barcelona. Cuando me vine a vivir a Madrid lo primero que pensé es en ir todos los días al Prado y que eso podía salvarme la vida. Los grandes museos salvan vidas. Bermejo pintó la sexualidad de Jesucristo. El año 19 está llegando. Nunca había visto pintado el sexo de dios.

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