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Antonio Muñoz Molina: “El atentado del 11-S dio paso a una paranoia”

El autor presenta ‘Tus pasos en la escalera’, una novela sobre el amor, el miedo y el fin del mundo

Antonio Muñoz Molina, el autor de El invierno en Lisboa (Seix Barral, 1987), empieza así Tus pasos en la escalera: “Me he instalado en esta ciudad para esperar en ella el fin del mundo”. Más de 30 años después, la ciudad vuelve a ser Lisboa, y la atmósfera que transmite esa premonición es la de una serenidad asustada. Su personaje espera el fin del mundo, pero su actitud es la de un hombre que aguarda a su amor, científica ocupada en Nueva York.

La vida y la espera van siendo carcomidas, aparecen sombras que señalan el fracaso total de la vida en el mundo. Pero ha habido un largo instante en que el lector siente que Bruno, el personaje cuyo nombre solo aparece una vez, en realidad está preparándole una fiesta a su amada. Es un libro que no te suelta, del que habla con sosiego este granadino de Úbeda (Jaén). Aparece esta semana, también en Seix Barral, y será presentado este martes a las siete de la tarde en la Biblioteca Jaume Fuster de Barcelona y a la misma hora del viernes en la Casa del Lector, en el Matadero de Madrid. Muñoz Molina nació en 1956 y sigue teniendo la paciencia inquieta con la que nació a la escritura como el Robinson urbano que escribe cada semana en Babelia.

El libro le nació caminando por Lisboa, en efecto; su ordenador se había roto, se eliminó lo que llevaba escrito y de una frase que le vino a la cabeza junto al río nació Tus pasos en la escalera. De una destrucción, pues, le vino esa premonición con la que arranca la novela.

Pregunta. ¿En qué situación estamos con respecto a aquella premonición?

Respuesta. La premonición está directamente relacionada con el carácter del personaje y con el modo de vivir su historia. Ha sido expulsado del mundo práctico. Se ha buscado un refugio de cuya precariedad es consciente. Un eje fundamental de la novela es el recuerdo del 11S: su mujer y él vivieron ese día en Nueva York la sensación de derrumbe, con la que comenzó su vida juntos. La mayor parte de las cosas apocalípticas que cuento estaban en los periódicos que leía mientras escribía el libro. Yo estaba escribiendo en ese estado en el que más que dar salida a un mundo que tienes dentro escribes siendo permeable a la realidad que te rodea…

P. Y esa actitud narrativa alerta al exterior se la traslada al propio personaje…

R. Es una persona aislada, pero perfectamente consciente. Ahí está la tensión poética que sostiene la historia: que alguien así te da cuenta de cómo es el mundo y alguien que no acaba de ver la realidad filtra a través de sus relatos lo que él no sabe o no te quiere decir.

P. Parece que vamos a asistir a una historia feliz. Pero de pronto se sabe que esperan el miedo, la devastación…

R. Eso tiene que ver también con la profesión de Cecilia, la protagonista, que se dedica a investigar científicamente, con ayuda del Departamento de Estado, los mecanismos del miedo, de la memoria del miedo en las ratas de laboratorio. De algún modo él es una cobaya del experimento de Cecilia. Crees que ves el mundo orientado en el tiempo y en el espacio, pero con pequeñas alteraciones ese espacio y ese tiempo se desordenan.

P. Está el libro lleno de simultaneidades, se junta lo que pasó en Nueva York con lo que podría pasar en Lisboa. Y se junta lo uno y lo otro en un camino hacia el desastre…

R. La novela sale precisamente de ahí. No está planeada. Salió al instalarnos [Elvira Lindo, su esposa, escritora, y él] en Lisboa e ir viendo semejanzas muy llamativas: el río, el puente, los aviones sobre las casas. Eso que es parte de la novela, esa percepción de las cosas, fue la génesis de la misma novela: te vas a la otra punta del mundo y se está repitiendo, en parte por azar y en parte por decisión propia, la vida anterior. Estás intentando crear un duplicado del mundo que has perdido.

P. No se puede asociar al personaje con usted, pero los escenarios e, incluso, las preocupaciones sobre lo que ocurre en la vida pública son las suyas.

R. Pero lo importante para mí es que es una novela, una construcción narrativa soberana, que tiene una trama. Los materiales con los que está hecha son muy inmediatos, pero el resultado es una invención, una ficción literaria. Hacía tiempo que no creaba una ficción pura y me gusta mucho esta sensación.

P. Pero no ha cambiado la estela de sus libros anteriores, más dedicados a la observación personal de lo que sucede, al menos, desde Todo lo que era sólido…

R. Por supuesto… Esos materiales cobran aquí forma de ficción pura. Me gustan mucho todos los géneros, pero llevaba tiempo queriendo hacer una novela que se sostuviera sola, que no tuviera referencias realistas ni documentales ni de nada, aunque estén dentro. Mis grandes modelos de novela como las de Henry James. Otra vuelta de tuerca, por ejemplo, está construida sobre el malentendido. Claro, los personajes salen de mí, de lo que tengo alrededor, pero me gusta la idea del artificio. Cuando de pronto se me ocurrió a lo que se dedicaba Cecilia, el personaje cobró una intensidad y una concreción extraordinaria. Igual que él es un antiguo ejecutivo, una persona a la que yo le he puesto cosas mías porque son las que tengo.

P. Los desastres a los que va aludiendo el personaje son reales y son destellos dramáticos del fin del mundo.

R. Galdós llama a la serie de sus novelas principales “novelas españolas contemporáneas”. Está bien construir ficciones de un pasado que no has vivido, pero, en mi opinión, el verdadero desafío para un novelista es cómo crear ficciones que se sostengan solas, como un edificio, pero hechas de lo urgente, de lo inmediato, de lo contemporáneo.

P. Se ven la destrucción y el miedo viniendo. ¿Usted mismo lo siente mientras escribe?

R. Es una de las tareas del novelista: ponerte en cada personaje en la medida de lo posible. Pero, cuando una novela surge y se desarrolla con mucha fuerza, todas esas cosas quedan envueltas en felicidad, en la exaltación de la invención. El hecho de crear es tan poderoso que sobre todo te da felicidad.

P. Entre las identidades que le da a su personaje está la de Robinson, que fue también su alter ego como observador urbano en sus primeros años de cronista y escritor en Granada.

R. Forma parte de lo que uno es. Ir fijándote por ahí en las cosas es una actitud vital, de curiosidad y también de cortesía hacia el mundo. Las personas tienen mucha prisa por manifestar, por mostrar sus reacciones. Para mí es mucho más atractivo la paciencia de observar, sin tanta prisa en mostrar tu reacción hacia lo que hay fuera.

P. ¿Es legítimo pensar que entre las metáforas de la novela está la situación actual del mundo?

R. Es una novela contemporánea, como decía antes. Ocurren cosas que pasan ahora. Este libro me llegó cuando estaba haciendo otras cosas. Me había preparado para una novela distinta y, cuando ya estaba dispuesto, hubo un accidente con el ordenador y se borró lo escrito. Junto al Tajo se me ocurrió una frase, la anoté en un cuaderno y ahora el resultado es Tus pasos en la escalera.

P. El personaje parece indiferente al fin del mundo que se le viene encima. Hasta que, al final de la novela, dice: “Ahora tengo miedo”.

R. En ese momento se encuentra perdido, la construcción de su mundo se está desmoronando. Está perdido, en un túnel, rodeado de detritus. No tiene escapatoria. Y es entonces cuando dice que tiene miedo.

P. A Bruno lo expulsan del trabajo, vive el 11S, pasa por todas las vicisitudes de una época que se parece al fin del mundo. ¿De dónde viene Bruno?

R. Hace años estuve en una cena de Nochevieja con amigos y familiares. Una persona muy querida por mí, que trabajaba en una empresa, se quedó muy abstraído. Le pregunté qué le pasaba y me dijo: “Es que estoy pensando en la gente que voy a despedir el día 2, cuando vuelva al trabajo”. Me impresionó mucho. Cómo a aquella persona, buena persona, se le cruza la idea de que hay varias personas que no saben que van a perder el trabajo dos días después. Luego a esa persona la echaron también. De ahí viene Bruno.

P. De las cosas que pasan, y que le han pasado a Bruno y a usted en este tiempo, ¿cuál le da más miedo?

R. A mí me dan miedo las cosas que salen en el libro, me da miedo el horror de Trump, las cuestiones de la crisis climática, me da mucho miedo la fragilidad del sistema económico internacional, supeditado al beneficio a corto plazo de gente corrupta… Todo eso me da miedo.

P. El libro está marcado por las cenizas del 11S. ¿Ese fue el aviso del fin del mundo?

R. Creo que lo que ocurrió en ese momento es que pasamos a otra cosa, a una paranoia. Fue algo muy grave, pero era un atentado terrorista. Al terrorismo hay que responder con la policía, con la ley, no se responde militarmente. Fíjate en la lección de España. La respuesta al ataque del 11S desató una barbarie, una serie de brutalidades cuyas consecuencias aún estamos viviendo. El 11S, Elvira y yo escribimos crónicas inmediatas de lo que estaba pasando allí. Varios años después incorporé las mías a Ventanas de Manhattan y al cabo de los años se han integrado en una ficción. Con el tiempo la experiencia se va transmutando. Se puede convertir en novela.

P. Y en niebla.

R. Claro. Me gusta mucho la sincronía entre la vida privada y los hechos históricos, algo que hace maravillosamente Galdós. Como lector y novelista me apasiona hacer algo así. Imaginarme a los dos amantes subidos a la terraza del edificio y viendo al fondo la columna de humo del 11S me parece poderoso.

P. En todas sus novelas está esa niebla en cierto modo.

R. Es la incertidumbre del mundo. 

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