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Antes de la hibernación

El sustrato de animación 3D hace que la fluidez de movimientos se resienta y, en algún momento, caiga en lo mecánico

De la entente entre Stéphane Aubier y Vincent Patar, enfants terribles de la animación belga que se dieron a conocer con Pánico en la granja (2009), y el imaginativo fabulista Benjamin Renner –corresponsable de El malvado zorro feroz (2017)- surgió una de las obras más delicadas de la nueva animación europea: Ernest & Celestine (2012), adaptación de los libros ilustrados de Gabrielle Vincent, que contó con Daniel Pennac como guionista de lujo. El éxito de la película llevó a la realización de una serie televisiva de veintiséis episodios, cuatro de los cuales han sido agrupados en Ernest & Celestine, cuentos de invierno, filme que sedujo a más de 600.000 espectadores en su tránsito por las salas francesas.

Contando con buena parte del equipo de animadores de la original Ernest & Celestine, esta entrega se mantiene fiel al código estético marcado por Aubier, Patar y Renner –fondos de acuarela, contornos hasta tímidos-, pero el sustrato de animación 3D cuidadosamente tratado para crear una convincente ilusión de animación tradicional hace que la fluidez de movimientos se resienta y, en algún momento, caiga en lo mecánico. La educación de una oca hasta que alza el vuelo, la aventura épica de encontrar una pieza de acordeón perdida, el baile ritual de roedores que inaugura el invierno y la hibernación de Ernest son los sucesivos temas de este ramillete de historias que desarticula la obsesión por la espectacularidad de la animación hegemónica para colocar su acento en el trazo y la elocuencia de lo minúsculo.

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