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25 años de la muerte de Pablo Escobar, el patrón del narco fútbol

Fútbol

Fue uno de los mayores narcotraficantes y criminales de la historia, y su vida también estuvo ligada al deporte rey

31 de mayo de 1989. Partido de vuelta de la final de la Copa Libertadores. En la ida, el Olimpia de Paraguay se impone al Atlético Nacional por 2-0. En el segundo asalto, el equipo colombiano logra igualar la final y el campeón debe decidirse desde los once metros. Con Higuita de portero y Maturana de entrenador, el conjunto cafetero se impone en la tanda de penaltis (5-4), convirtiéndose en el primer club de Colombia en ganar la Copa Libertadores. Medellín estalla, orgulloso de la gesta de su equipo, a la vez que algunos de los enemigos de Pablo Escobar, eufórico como pocas veces aquella noche, le acusan de haber comprado ese título, con su famosa táctica del «plata o plomo». Fue una Copa Libertadores que confirmó lo que muchos sospechaban: la vinculación del líder del Cartel de Medellín con el fulgurante salto del Atlético Nacional, hasta entonces un equipo más de Colombia y de Sudamérica, y desde su vinculación con Escobar, un referente del fútbol en el Cono Sur. Un coche de alta gama para cada jugador fue el premio del patrón por aquella Copa Libertadores.

Pablo Escobar nació el 1 de diciembre de 1949 en Medellín. Proveniente de una humilde familia campesina, pronto mostró sus habilidades para los negocios delictivos. A principio de la década de los ochenta, ya era el mayor narcotraficante del planeta. Tanto, que Forbes lo incluyó en su lista de las diez personas más ricas del mundo: podía llegar a ganar en un día 50 millones de dólares y su fortuna estaba valorada en 3.000 millones. Cómo blanquear tal cantidad de dinero era uno de los mayores problemas de logística de Pablo Escobar, que vio en el fútbol una buena manera de legalizar sus ilegales ganancias.

Blanqueo de dinero

Pablo era un loco del deporte rey, su gran pasión desde pequeño: «Pablo siempre tuvo amor por el fútbol. Sus primeros zapatos fueron unas botas y murió con unas botas», recuerda Luz María, su hermana. En esa época, los barrios humildes de Medellín se llenaron de campos de fútbol, todos ellos pagados por Pablo Escobar, en una de sus habituales tácticas para venderse como el Robin Hood de su país, pero no era más que una fachada para sus reales intenciones. «Escobar sabía que la industria del fútbol movía millones de dólares en Colombia y en toda Sudamérica, y vio en uno de los equipos de Medellín, el Atlético Nacional, una solución para lavar parte del dinero procedente de la venta de cocaína», explica Jaime Gaviria, primo hermano de Escobar: «La taquilla era en un ingreso en efectivo por lo que era sencillo decir que en vez de un millón de dólares de taquilla se recaudaron dos, y de ese modo se justificaba el lavado», añade. «El dinero del narcotráfico servía para comprar jugadores internacionales o para pagar bien a los nacionales», detalla el mítico Pacho Maturana, entrenador del Atlético Nacional y seleccionador de Colombia entre 1987 y 1989.

En ese 1989, en el que se proclama campeón de América el Atlético Nacional, otro oscuro episodio sacudió el fútbol colombiano: el asesinato del colegiado Álvaro Ortega. Su polémico arbitraje en el clásico de aquel país, entre América de Cali y Atlético Nacional, con 3-2 final y un penalti no pitado a favor de los visitantes, le condenó para siempre. Días después, «El Chopo», jefe militar del Cartel de Medellín, disparó nueves veces al joven árbitro, de 32 años y padre de dos hijas.

Y es que aquella rivalidad deportiva iba más allá de eso. El América de Cali era el juguete de los hermanos Rodríguez Orejuela, los líderes del Cartel de Cali, el gran enemigo del Cartel de Medellín. Y no eran los dos únicos equipos 'financiados' por el narcotráfico «Millonarios, Santa Fe, Deportivo Independiente de Medellín y Deportivo Pereira también forman parte del narco fútbol», desveló en 1983 Rodrigo Lara Bonilla, entonces Ministro de Justicia de Colombia y primer cargo político que tuvo la valentía de enfrentarse a los capos del narcotráfico. Un año después sería asesinado.

Apuestas millonarias

Los tentáculos de Escobar con el fútbol no se detenían en el Atlético Nacional. Su química con el famoso combinado nacional colombiano de esa época era total. Tanto que eran habituales los partidos en la Hacienda Nápoles en los que estaban presentes Higuita, Asprilla o Valderrama, con apuestas que superaban los dos millones de dólares. Aquella habitual situación en la lujosa residencia de Pablo se repitió en algunas ocasiones en «La Catedral», la cárcel que se construyó Escobar con la connivencia del Gobierno colombiano de entonces, presidido por César Gaviria, y en la que ingresó en junio de 1991 tras llegar a un acuerdo para no ser extraditado a los Estados Unidos, principal mercado del Cartel de Medellín: «Mejor una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos», repetía una y otra vez Pablo Escobar.

Pero esa cárcel fue la tumba de Pablo Escobar. Doce meses después de encerrarse allí, dos narcotraficantes fueron asesinados en «La Catedral» a manos del propio patrón, y el castigo fue ordenar el traslado de Escobar a una cárcel militar, lo que provocó su huida en julio de 1992.

El Bloque de Búsqueda y la DEA (La Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos) iniciaron entonces un persecución que acabaría con su captura y muerte el 2 de diciembre de 1993. Tres meses antes, y a pesar de saber que estaba ya muy cerca de su final, Escobar seguía disfrutando de su gran pasión. La tarde del 5 de septiembre de 1993, Colombia humilló a Argentina en el Monumental, 0-5, en un histórico partido que clasificó a la selección cafetera para el Mundial de Estados Unidos: «Fue la última vez que vi alegre a Pablo. Un pequeño momento de felicidad en el que celebramos y gritamos con rabia los goles de Aprilla, Rincón y Tren Valencia. Esos noventa minutos hicieron que Pablo se olvidara de la dramática situación en la que ya estábamos. Fue efímero, pero valió la pena», relata Victoria Eugenia Henao, viuda y padre de los dos hijos de Pablo Escobar, el patrón del narco fútbol.

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